Hay pescados que nos pueden parecer similares pero que no lo son tanto cuando los observamos con detenimiento. Uno de estos casos es el del lenguado y la acedía. Podríamos decir que son hermanos, comparten rasgos morfológicos, pero no son gemelos.
Lenguado y acedía son de cuerpo plano y aerodinámico, de color marrón o gris oscuro por el perfil en el que están los ojos y blanco o gris claro por la parte que está sobre la arena. Este tipo de morfología es típica de peces que viven sobre el lecho arenoso, y sirve de camuflaje a nuestros protagonistas. Al estar posados sobre la arena, los ojos los tienen en una de sus caras, adoptando así ese aspecto tan “picassiano”.
El lenguado tiene la carne blanca y prieta con finos hilillos negruzcos y el cuerpo ligeramente redondeado. Es uno de los tesoros de nuestro mar, aunque también lo hay de piscifactoría. Como curiosidad, os diré que el lenguado, cuando nace es completamente distinto a su etapa adulta, ya que no es plano sino un pececillo con forma de sardina y un ojo en cada lado. Con la edad, el lado que está en contacto con la arena, se despigmenta, adquiriendo un color blanquecino.
La acedía es de carne delicada, muy sabrosa, de color más claro y más rayado que el lenguado y de una textura como de “papel de lija”. Su tamaño es menor que el del lenguado, las más grandes de 20-25 cm. Son habitualmente más económicas que su pariente, pero no tienen nada que envidiarle en sabor.
Nutricionalmente, ambos son hipocalóricos, ideales en las dietas alimentarias, ricas en ácidos grasos Omega 3. Se pueden cocinar con diversas técnicas. La forma de cocinarlos a veces tiene que ver más con su tamaño que con el sabor. Así, el lenguado admite mejor la preparación al horno o a la plancha, mientras que la acedía frita queda de maravilla.
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